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Extracto:A una semana de las elecciones ya ha votado más del 80% del total de votos de 2016, a pesar de esfuerzos evidentes por dificultar el sufragio no presencial en medio de la pandemia
Texas ya había comenzado a votar en masa de forma anticipada cuando el gobernador, el republicano Greg Abbott, ordenó a la desesperada el pasado 1 de octubre que los condados solo podían contar con un buzón para que los ciudadanos depositaran en persona el voto solicitado por correo. La acción, puesta en marcha para “mantener la integridad” de las elecciones, dejó al condado de Harris (el área metropolitana de Houston, con 4,6 millones de habitantes), con solo un buzón para votar de los 12 que tenía preparados. A pesar de que Texas es un bastión conservador desde hace décadas, tanto el condado de Harris – con una población superior a la de 25 Estados– como la ciudad de Houston son demócratas. Estos acudieron a los tribunales acusando al gobernador de estar suprimiendo el voto en un territorio donde la mitad de la población pertenece a una minoría, sobre todo latinos. Pese a las trabas, a una semana de los comicios ya han votado casi 7,3 millones, el 82% del total de los sufragios de 2016.
Las dificultades para ejercer el voto no son nuevas, ni es algo particular de Texas. Por ejemplo, siete Estados obligan a presentar una identificación con una foto emitida por el Gobierno, algo que parece muy obvio pero en realidad deja fuera a 21 millones de estadounidenses no la tienen debido a su coste. Hay otras medidas menos evidentes, como establecer plazos para registrarse muchas semanas antes de los comicios, cuando todavía no son tema y a la gente se le puede pasar el plazo. En estas elecciones, donde el presidente Donald Trump ha repetido una y otra vez sin pruebas que el voto por correo favorece el fraude, Estados como Wisconsin tiraron de ese hilo para limitar la votación anticipada. Las Carolinas insistieron en la necesidad de que los sobres con papeletas estuvieran firmados por un testigo, además del votante. En medio de una pandemia en la que recomiendan el confinamiento, puede ser un requisito difícil de lograr.
Es lunes 19 de octubre y una fila de coches rodea las afueras del estadio NRG de Houston. No están esperando entrar al recinto para ver un rodeo o animar a los Houston Texans en un partido de fútbol americano. Esta vez han acudido a depositar su papeleta para las elecciones del 3 de noviembre. “Pueden tardar horas en llegar cuando hay tráfico”, explica Isabel Longoria, de la oficina del Secretario del Condado de Harris. Para evitar que los votantes se bajen del coche, montaron unas enormes tiendas de campaña en los aparcamientos. El votante llega con su papeleta en un sobre sellado, un empleado de la oficina revisa que el nombre coincida con su tarjeta de identificación y lo deposita en el buzón. Cinco voluntarios observan que ese proceso se realice con rigurosidad.
Jill McGregor es una de las observadoras, la única demócrata. Al comienzo justifica su papel porque “a veces se necesitan ojos extra”. Pero después de unos minutos, y apartada del grupo, se sincera. La llamaron de la organización Election Protection porque habían sido alertados de que los observadores republicanos estaban intimidando a los votantes, acercándose mucho a los coches, mirando a través de las ventanas. “La verdad es que no se necesitan tantos ojos extra para un procedimiento tan sencillo como este, pero los republicanos tienen cuatro personas aquí chequeando”, comenta McGregor, exempleada de la NASA. Los observadores republicanos no quisieron hacer comentarios.
En el estadio NRG de Houston, además de recibir papeletas en el buzón, los ciudadanos pueden votar en persona o desde su coche en una máquina. Este sistema, instaurado por primera vez en Texas, se conoce como “autoservicio”. En las primeras dos semanas más de 70.000 votantes del condado de Harris lo utilizaron. Los republicanos intentaron eliminarlo a través de una batalla judicial que perdieron la semana pasada en el Tribunal Supremo del Estado. Jessica Bordy, de 65 años, se acercó para votar de forma presencial por Biden. “Lo del buzón es obviamente una jugada para suprimir el voto”, opina. Sobre el ánimo con que enfrenta la elección, responde con una idea que se repite entre los contrarios a Trump: “Estoy desesperadamente entusiasmada”. Un votante republicano de 44 años, que no quiere dar su nombre, confiesa que está “cansado” de estos comicios, y quiere que se acaben ya.
La limitación de los buzones es solo el último movimiento efectivo que dificulta la participación en Texas. En el segundo Estado más poblado de Estados Unidos (29 millones de habitantes) los ciudadanos no pueden hacer todo el trámite para registrarse como votantes por Internet. Teniendo ya una de las leyes de votación más restrictivas del país, la pandemia del coronavirus no logró flexibilizarlas. La mayoría de los territorios eliminaron el requisito de presentar una razón para votar por correo. Pero Texas solo aprobó una excepción para que los mayores de 65 años evitaran el voto presencial por temor a contagiarse. La otra alternativa sigue siendo votar por correo y enviarlo a través del servicio postal, el sistema vapuleado por Trump. Pero todos estos esfuerzos no han frenado a un electorado dispuesto a hacer historia. El lunes por la noche ya habían votado 1,15 millones de personas en el tercer condado más grande del país, pisando los talones de los 1,3 millones que participaron en las elecciones de 2016.
Trump le saca una ventaja de 2.6 puntos a Biden en el promedio de los sondeos en Texas, donde los ciudadanos también deberán votar por cargos estatales. De 2010 a 2016, los representantes del partido de Trump ganaron en algunos distritos con ventajas de hasta 38 puntos. Sri Kulkarni, candidato demócrata por el distrito 22, el más rico del Estado, busca la revancha después de haber perdido por cinco puntos en 2018. “Es innegable que los republicanos han hecho esfuerzos concertados para suprimir el voto aquí”, afirma Kulkarni. “Texas nunca ha sido un Estado rojo o azul, siempre hemos sido un Estado sin derecho a voto”, apunta. En los últimos comicios, votó el 46% de los electores, 10 puntos menos que la media nacional. A pesar de las pegas que le pone al gobernador por dificultar el sufragio, Kulkarni destaca con ilusión la alta participación. “Texas está demostrando lo que siempre hemos sabido: es un territorio clave”.
--------EL PAÍS
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